2012/02/25

EL SILBATO DE NICOS

Érase un vez un leñador griego llamado Nicos Zizis. Nicos no era ni muy rico, ni muy guapo, ni muy fuerte,ni muy gracioso...Pero no llevaba mala vida.
Vivía en Parmitha, un pueblo en el interior de Grecia.Tenía 19 años y nunca conoció a su padre. Él trabajaba de leñador para su tío que ya se hacía mayor.
A Nicos no le importaba, pero hubiera preferido ser arquitecto.

Desde que vio el Partenón en un viaje que había hecho a Atenas por razones comerciales, se enamoró de aquella arquitectura y le empezaron a entusiasmar los edificios, sus columnas, sus capiteles... Pero él no se sentía capaz de poder realizar su sueño.

Un día de otoño discutió con su madre sobre un posible cambio de oficio. Su madre le dijo:

- Nicos, tú no eres tan listo como paraser arquitecto. Procura vivir como leñador y aprovecha que tu tío te ofrece trabajo. Deja de soñar con fantasías inalcanzables.

Nada más oír eso, se fue a la orilla de un río a recapacitar. Aquel era su sitio favorito, ya que el ambiente era tranquilo y armonioso. Todo estaba rodeado de árboles y vegetación, aunque esa vez no se fijó en nada de eso. Repentinamente, un objeto dorado cayó frente a él. Nicos lo observó y descubrió que era un silbato dorado atado con una cadena. Se agachó, miró al cielo en dirección a donde había caído y lo cogió delicadamente. Tomó una bocanada de aire, sopló por la boquilla y un bello sonido se escuchó por toda la aldea. En aquel momento se dio cuenta de que el silbato tenía grabado un hipocampo (animal marino de la mitología griega con la parte superior de caballo y la parte trasera de pez), que era el símbolo del dios de los mares, Poseidón. Este dios griego era conocido por tener muchísimos hijos con distintas mujeres. Por ello, en cuanto Nicos vio el grabado, pensó que el silbato era una señal que Poseidón, su padre, le mandaba. De hecho, muchas veces se había planteado que él podía ser su hijo, ya que siempre que le preguntaba a su madre se ponía muy nerviosa.

Al día siguiente fue a buscar a Dimitrios, el anciano filósofo de la aldea. Cuando le mostró el
silbato, este le dijo:

-Hace mucho tiempo que no veo uno de estos. La última vez, me la trajo un joven de tu edad llamado Orión. Es una señal de tu padre, Poseidón. A Orión le trajo tanta suerte, que se convirtió en un héroe de guerra.

Al escuchar esto, dos sensaciones contrarias invadieron su mente. La primera, fue de rabia, por
abandonarlos a él y a su madre. La segunda, una especie de orgullo por ser un semidiós, ya que estos solían ser poderosas personas con ciertas dotes mágicas.

Desde aquel día la vida le sonrió. Se corrió la voz por toda Grecia de que un hijo de Poseidón
había sido llamado por su padre. A pesar de la oposición de su madre, él decidió dejar su oficio como leñador y dedicarse a lo que siempre soñó, ser arquitecto.

Esa misma noche soñó que se encontraba en el Olimpo junto a su padre y que le convencía para
ser arquitecto y construirle un templo en lo alto de una colina.

A la semana siguiente, Nicos recogió sus ahorros y pertenencias, se despidió de sus familiares y conocidos y se dirigió hacia Atenas en su viejo carro, con el fin de estudiar arquitectura con los grandes maestros. Seis años después completó sus estudios gracias a las enseñanzas de Ictinio y Calícrates ( arquitectos que construyeron el Partenón).


A partir de entonces se centró en su principal proyecto: construir el templo para su padre. Necesitaba el lugar ideal, junto al mar, en lo alto de una colina, desde donde se pudiera ver la inmensidad del mar. Le costó mucho tiempo encontrar ese lugar, pero en cuanto lo vio se dio cuenta que aquel era el lugar ideal, cabo Sunión.


De ahí en adelante, comenzó a dibujar los planos para que su sucesor terminase el templo,
ya que Nicos se había hecho mayor y suponía que no podría terminar el templo de su padre.

A pesar de que nunca lo vio terminado, había soñado tantas veces con el templo que predijo el
resultado antes de su muerte.

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