Todo empezó el día en que entré en esa clase con mi cojín en la mano. Todo el mundo lloraba a gritos mientras sus padres les dejaban, pero yo no. Entonces vi a otra niña que tampoco parecía estar triste; me dijo que se llamaba Alicia. Tenía el mismo corte de pelo que yo. Enseguida nos hicimos amigas y pasamos los años de Infantil juntas, siempre las dos últimas del trenecito de clase que conducía Harkaitz. Cuando llegó el momento de pasar a Primaria, creí que nos iban a separar pero además de seguir juntas, hice nuevas amigas. Esos años todas las chicas en los patios y jantokis, investigábamos por la ikastola (todavía lo seguimos haciendo); hacíamos manifestaciones para cambiar la comida del jantoki, investigabamos qué profesores eran monstruos… Pero todavía me quedaba por conocer a la niña del flequillo hacia arriba, Iratxe. Desde Primaria juntas, en nuestro mundo, sin que nos importara lo demás. Creí que esas iban a ser mis amigas para toda la vida, pero apareció una niña nueva a la que ahora recuerdo como la hija del demonio (de broma). Se llamaba Maitane y pellizcar era su afición. Por suerte para todos, con el tiempo se cambia de aficiones.
De pequeña vivía en un pueblo fuera de Vitoria y estudiaba en la ikastola de Maeztu. Llegué a Armentia con cuatro años recién cumplidos. Desde mi primer día de clase mi mejor amiga fue Uxue Aldama. Mis compañeras siempre me han dicho que de pequeña era una bruja que pellizcaba y tiraba del pelo y ella debía ser la única que me aguantaba. A los seis años colgamos las batas y pasamos a Primaria. Mi mayor recuerdo en los primeros dos años de primaria son las excursiones a la piscina. La odiaba y fingía que me dolía la tripa para no ir a nadar porque tenía pánico a las monitoras. Al final me tuvo que enseñar Iratxe a nadar. En los siguientes años llegó una etapa que creo que no olvidaré jamás: los momentos con “Xabito” Olaso. Mi madre siempre me recuerda que llegaba a casa contando las aventuras con él, cuando bailábamos el “Rock de churri-churri”, cuando aparecía con el mono Amelio… Mis padres se echaban las manos a la cabeza y pensaban:”¡Pero qué ikastola de locos es esta!”. No me quiero olvidar de todos los años que he pasado en el jantoki, con esa comida que nos parecía plastilina. Según entraba, lo primero que escuchaba era a Ibai gritando:”Mogales gaug dena jan behag duzu”.Pero he de reconocer que esos patios después de comer, jugueteando por toda la ikastola eran geniales. Nos hacemos grandes, llegamos a la ESO y con ello llegaron los cambios de clase. El primer cambio me dio la oportunidad de conocer a gente con la que nunca había tratado y gracias a ello conocí a las que hoy en día son mis amigas. Llegué a la ESO con un poquito de miedo porque todo el mundo me decía que era muy difícil y además nos convertíamos en los más pequeños. Pero el tiempo se ha pasado muy rápido y, sin darme cuenta, ya he acabado la ESO y mi etapa en esta Ikastola. De todos estos años me llevo grandes recuerdos que no olvidaré, experiencias increíbles, grandes amigos y compañeros.
Hace 14 años, un día al principio de septiembre, entré en esta Ikastola. Yo no me acuerdo pero ese día era la única junto a una niña pelirroja (aunque esta fuese de la otra clase) que no lloraba. Yo estaba contenta. Cuando entré, vi que había un niño esperando en la puerta y yo, como buena amiga que intentaba ser, fui a saludarlo. Él también me saludó, con una bofetada. Ese niño era Kepa. Me lo volvió a hacer otra vez más, cuando volví a entrar. A partir de ese día Kepa y Garazi se convirtieron mis mejores amigos. Además, los padres de Garazi y los míos se llevaban bien, así que nos pasábamos el día juntas. Cuando jugábamos a papás y a mamás, ella siempre era la mamá y yo era el padre que me iba al trabajo, que se tenía que quedar aparte sin jugar. En la fuente del patio jugábamos a hacer pociones con barro y hierba y buscábamos misterios y puertas cerradas alrededor de toda la Ikastola. El último año de Infantil apareció una niña nueva que pellizcaba y tiraba del pelo a todo el mundo. Lo pero fue que cuando se lo conté a mis padres, me confesaron que éramos familia lejana.
Entre aventuras inesperadas y rutina, llegamos a DBH, donde nos cambiaron otra vez de clase pero nos mantuvieron juntas a Maialen y a mí. Otra vez sin darnos cuenta, fuimos formándonos, creciendo y aprendiendo, con buenísimos, regulares y horribles momentos.
Parecía que iba a ser para siempre, que cada día nos levantaríamos e iríamos a vernos en la ikastola. No se me pasaba por la cabeza que podría acabarse, que acabaría cuarto y tendría que irme; lo veia muy lejano. Pero cuarto de secundaria está acabando y todavía no me hago a la idea de que no vaya a ver todos los días las caras que conozco desde los dos años. Lo cierto es que escribimos esto con un nudo en la garganta porque después de todos estos años ya no somos sólo gente que coincide en clase, se trata de amigos de toda la vida. Así es como recordaremos la etapa en Armentia. Desde luego, es imposible que nos toquen prefesores como los que hemos tenido en Armentia, en el buen sentido. A veces pienso cómo habría sido mi vida si no hubiera ido a Armentia. Pues bien, a pesar de quejarme cada día de esta ikastola, menos mal que vine.
“Nos ha resultado muy fácil venir todos los días a la ikastola porque hemos venido contentas. Queremos agradecer a todos los que habéis sido nuestros profesores durante estos años lo que nos habéis enseñado; por ello somos como somos. Gracias por conseguir que salgamos de aquí sonriendo y llenas de grandes experiencias; gracias por lograr que en algunas clases, sin darnos cuenta nos dieseis unas lecciones de vida; GRACIAS por todo .”
Por fin llega el verano, tan solo quedan dos semanas para las largas vacaciones. En estas fechas es cuando empiezo a recordar todo el tiempo que he pasado aquí y me doy cuenta de que no quiero que este curso acabe.
Ya son catorce años desde la primera vez que vine aquí. Aunque no lo recuerde, mis padres me han contado muchas veces la pelea diaria que teníamos: uno de los dos tenía que quedarse conmigo hasta que estuviera distraída porque si no, me echaba a llorar. Poco a poco empezó a gustarme eso de venir y estar con mis amigos. Con tres años pasé a la clase de Jesus Mari. Él ha sido uno de mis mejores profesores. Fue el primero en castigarme sin patio con Borja porque hablábamos demasiado en clase de inglés. Cada viernes a última hora nos hacía un truco de magia, nos contaba alguna historia; como por ejemplo, esa en la que decía que en un principio era una chica llamada María Jesús pero que al pasar por debajo de un arco iris se convirtió en Jesus Mari. También hablaba por teléfono con Argitxo... En los patios mezclábamos agua con barro para hacer circuitos o preparar la “comida”. Los primeros días de Primaria lo pasé verdaderamente mal. Lloraba todos los domingos a la noche porque no quería ir a clase. Me parecía muy duro fue un cambio tremendo el pasar de estar jugando y coloreando a aprender a escribir, sumar, restar… A ello se le sumó que uno de mis mejores amigos se fue a Perú.En tercero empezaron los cambios, nuestro tutor era Xabi Olaso y al cambiar de ciclo nos mezclaron las dos clases. Hasta el momento era inseparable de Lidia, Arrate y Jiang, pásabamos el día juntas, eran mis mejores amigas. Al cambiar las clases empecé a tener más relación con Ane, Garazi, Uxue, June y Maitane. Cuarto en mi opinión fue un curso de cambios. En clase estábamos sentados en grupos y de ahí creamos “txibatitaldi”. En mi grupo estábamos Unai, Garazi, Arrate y yo. Nos dedicábamos a chivarnos los ejercicios que nos mandaban. En ese mismo curso fue cuando empezamos a llamar “Txipi” a Gorka. En quinto y sexto tuvimos a Inma Oleaga como tutora; se notaba que nos acercábamos a DBH, ya que todo era más serio. Al fin llegamos a primero de DBH,. Era una sensación increíble pensar que ya éramos tan mayores, aunque solo teníamos doce años. Tengo muchos recuerdos de esta etapa. Los trabajos para el viaje de fin de curso fueron muy bonitos, sobre todo el preparar la tómbola. No fuimos más de diez personas a prepararla pero recuerdo la comida que tuvimos antes de ir a etiquetar los regalos. Por lo que respecta a cuarto, el curso se me ha pasado muy rápido, demasiado diría yo. Ahora es cuando después de haber estado tanto tiempo pensando que me quiero ir de la ikastola, me doy cuenta de que en realidad no es así, ya que aquí he pasado muchos momentos increíbles y hemos hecho que nuestra clase se convierta en una pequeña familia. Voy a echar mucho de menos todos estos años aquí.
Toda la vida observando a los mayores, queriendo ser como ellos y deseando llegar a esa edad. Por fin, ha llegado ese momento tan esperado en el que digo adiós a la cima de la pirámide y me preparo para empezar desde la base de una nueva.
Al principio todo esa sencillo: pintar, jugar, bailar, escribir, leer... Hacia la mitad de la Primaria empezaron las complicaciones al conocer a mi eterna enemiga en esta vida: las matemáticas. Suspendí mi primer examen de mate cuando tenía ocho años y desde entonces la lista de suspensos en esta asignatura ha ido "in crescendo".
De esta etapa me voy a llevar amigos y diferentes experiencias
Jugábamos mucho, nos poníamos las últimas en el tren de sillas, nos dábamos la mano para ir a aprender quiénes eran "Jocus and Lotus", nos echábamos la siesta; todo era fantástico en aquella época,(...) Estaba en quinto de primaria cuando, después de mucho rogarle a mi madre, conseguí cambiar al coro de la ikastola. ¡Magnífico cambio! Me miro ahora y pienso: "el coro es de la mejores cosas que tengo. ¿Qué haría sin él en estos momentos?"
Estaba ya en sexto; me preocupaba crecer ¿La ESO? Ni en broma... El miedo recorría mi cuerpo al pensar que el día se acercaba. "¿Me irá bien? ¿Será difícil?" Demasiadas preguntas... Por fin pasamos a la ESO. No me fue para nada mal. Tuve la suerte de topar con gente maravillosa. Estos cuatro años ha sido completos. He vivido las mejores experiencias con la mejores amigas. He sabido lo que es querer a un chico y he tenido la suerte de toparme con mi actual mejor amigo. Después de tanto tiempo, exactamente 13 años, estoy en el último curso de la ikastola y sigo sin saber cómo reaccionar. Dejo atrás todos los recuerdos, amigos, profesores... para seguir creciendo y no parar. Me entristece felizmente esta situación.
Entré en la Ikastola Armentia cuando tenía dos años. Recuerdo que al principio no hablaba porque me daba vergüenza y le decía las cosas al oído a mi profesor, Jesus Mari. Mi mejor amiga era Itziar y siempre estábamos juntas. Con ella y con Harkaitz, llevo en la misma clase desde que entramos a la Ikastola.
Entré a la Ikastola cuando sólo tenía dos años. De esa época apenas me acuerdo de nada. Sólo lo bien que lo pasábamos jugando y que hice mi primera amiga: Iratxe. Mis padres siempre me cuentan que por la mañana cada una entraba por un pasillo diferente y cuando nos veíamos, corríamos la una hacia la otra, nos abrazábamos y nos tirábamos al suelo haciendo la "croqueta" por todo el pasillo. (...) En DBH conocí a Itziar; sólo la conocía de vista y se ha vuelto una de las personas más importantes para mí. Estos años han sido los mejores para todos.
Mi primer recuerdo de Armentia comienza en una pequeña clase de preescolar. Mi profesora era Nuria y con ella jugábamos, bailábamos y nos transmitía su alegría. Aquella etapa era alegre, con juegos y diversión propios de niños. Un tiempo más tarde llegó un cambio inesperado a la par que inevitable: la Primaria. Aterrada por las palabras "examen" y "deberes", todavía no comprendía que la vida trae consigo responsabilidades. Me gustaba hacer las cosas a mi manera y no entendía por qué me decían que estaban mal. Nunca tuve buena relación con la profesora: en mi mente, ella no me comprendía y por eso malinterpretaba mis acciones. En tercero de Primaria, la situación dio un giro inesperado y me acostumbré por fin a la primaria. (...) La realidad fue diferente a mis suposiciones. Primaria había acabado y ya estaba en Secundaria. A pesar de que hubo muchos cambios, como la forma de trabajar en clase, los profesores y compañeros, todo era acostumbrarse a la nueva situación.
He pasado muchos años de mi vida en la Ikastola Armentia y al final de mi paso por ella, quiero hacer una recopilación de todos los momentos, tanto buenos como malos. Llegué a la ikastola cuando sólo tenía seis años y era una niña inocente, que se ha desarrollado tanto física como psicológicamente en su paso por la ikastola. De esta primera etapa, la primaria, apenas recuerdo nada, pero fue entonces cuando conocí a muchas de las que han sido mis mejores amigas desde entonces. (..) Finalmente, la última etapa que he pasado en la ikastola ha sido la ESO, y a su fin recuerdo el principio de ella como algo muy lejano. Pese a haber pasado malos momentos, que a su vez me han hecho más fuerte, son más importantes los buenos. Como conclusión, ha habido momentos increíbles e inolvidables en mi paso por la ikastola y otros que prefiero olvidar.
Como decía, mis recuerdos empiezan cuando entré en Primaria. Estaba muy nerviosa; todos lo estábamos. Recuerdo que siempre se me olvidaba el libros que necesitaba para el día siguiente e iba a las ocho de la tarde a por él. Por suerte, siempre estaban las limpiadoras y podía coger el libro. Durante estos años todos y todas hemos estado muy a gusto entre nosotros, a pesar de todas la bromas. Ahora ha llegado el momento de conocer gente nueva. Un nuevo comienzo nos espera a todos nosotros...
Siempre he dicho que no me va a dar pena irme de la Ikastola, que estoy hasta el moño. Pero debo reconocer que siempre voy a recordar esta Ikastola por todo lo que me han ayudado y he aprendido. Ya ha llegado el momento de despedirme: os tendré siempre en mi corazón.
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