“Quien fue a Sevilla perdió su silla” o su variante “El que se fue a Sevilla perdió su silla” es un refrán de uso común y muy conocido en castellano.
Este dicho se emplea en muchas situaciones para dar a entender la pérdida de privilegios o posesiones por la ausencia de alguien. Se utiliza como advertencia para que cuando alguien abandona unos momentos un lugar o un cargo, no lo reclame al regresar, si otra persona ha ocupado su sitio.Este refrán tiene su origen en un hecho histórico que tuvo lugar en el siglo XV durante el reinado de Enrique IV (1425-1474), rey de Castilla. Éste le concedió el arzobispado de Santiago de Compostela a un sobrino del arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca. Los Fonseca eran una familia noble de origen portugués muy influyente en la Iglesia. Alonso de Fonseca era el arzobispo de Sevilla, cuando se nombró a su sobrino, con el mismo nombre y apellido, arzobispo de Santiago de Compostela. El dicho surgió del enfrentamiento entre dos arzobispos, Alonso de Fonseca el Viejo y Alonso de Fonseca el Mozo, tío y sobrino, respectivamente.
En esos días el pueblo gallego estaba tan disconforme con el uso de la Iglesia, que eran constantes las revueltas que manifestaban su desacuerdo. Cuando el joven sobrino fue a tomar posesión del arzobispado, lo encontró involucrado en unos conflictos que afectaban al reino de Galicia. Al no poder dominar la situación pidió ayuda a su tío y, de mutuo acuerdo, decidieron intercambiar temporalmente las diócesis. Su tío era experto en materia de gobierno eclesiástico así que el tío Alonso marchó para Santiago, y el sobrino Alonso ocupó su nueva silla arzobispal en la capital sevillana.
Una vez que el tío logró tranquilizar Galicia y dejar ajustadas las riendas del gobierno para su sobrino, regresó a Sevilla satisfecho y confiado. Cuando él fue a tomar posesión del arzobispado, se encontró con la sorpresa de que su sobrino no quería abandonar la silla arzobispal hispalense. Entonces, surgió el enfrentamiento entre los dos arzobispos. Un mandamiento papal dejó las cosas en su sitio, pero también tuvo que intervenir el rey Enrique.
Finalmente el sobrino estuvo obligado a que devolviera el arzobispado a su tío y regresara a Santiago.
Toda la historia causó un caos, que fue el origen de la frase. Ésta en realidad debería ser “quien se fue de Sevilla perdió su silla”, que es como aparece en las recopilaciones de dichos más antiguas. En aquella época este refrán también fue muy usado. Con el tiempo la gente ha olvidado el origen de éste
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