2012/03/19

LA LAMIA DEL LAGO URKULU


-¡Hola, abuelo!

-¡Hola cariño!- me dijo con una feliz sonrisa en la boca.- Hace mucho que no veníais a visitarme.

-Lo sentimos mucho Abuelo. Es que este caserío está muy lejos de la ciudad, y no solemos tener tiempo de venir.

-Tranquila, tranquila.- me dijo mientras se iba a la cocina, para preparar un poco de ese chorizo especial, que tanto nos gusta a todos. Me preguntó si quería picante o normal. Hacía eso siempre que íbamos a visitarle, era una pequeña tradición que seguía desde antes de que yo naciera, hace más de 12 años.

-¿No tienes frío en este caserío Abuelo?- le pregunté, ya que yo no podía dejar de tiritar y los dientes me castañeaban. Desde la ventana se podía ver que el frío que tenía, era por culpa de aquella fría, blanca, pero preciosa nieve, que caía aquel día de invierno de 1985.

-¡No chiquilla! Yo ya ni siento ni padezco, pero, ven al salón que estaremos mejor que al lado de la puerta.- Tenía razón, en el salón me envolví con una manta y me senté al lado de la chimenea. Mis dientes dejaron de bailar, volví a sentir los dedos y mi cuerpo volvió a sus 36ºC de temperatura normal. Ya estaba mucho mejor.

Pasaron una o dos horas en las que comimos chorizo y vimos la televisión, cuando apareció la estúpida carta de ajuste, y cuando esta aparecía, había que esperar unas horas para volver a la normalidad. Entonces le pregunté a mi querido abuelo si me podía contar una historia. Él me contestó que estaba encantado y que como ya tenía mis añitos, me contaría algo que no se había atrevido a contarme hasta entonces:

-¿Qué sabes de tu Abuela?- me preguntó. Yo no supe que responderle porque nunca me habían hablado de ella; solían evitar ese tema. Al escuchar mi silencio, siguió hablando:

-Hay muchas cosas que debes saber de tu abuela, cosas que harán que te sientas diferente…

-¡Abuelo empieza ya con la historia!- Le interrumpí, no soportaba mas aquellas misteriosas palabras.

-Vale, vale.- Y diciendo esto empezó la historia.-


Hace 55 años cuando yo tenía 20 años, vivía en este caserío con mi padre, mi madre, una hermana y dos hermanos pequeños. Un bonito día, mi padre me mandó a pasear a las cabras como siempre. Pero ese día, me apeteció cambiar de recorrido y decidí pasar por el lago. Después de pasear a las cabras, deje que pastaran tranquilas hasta un poco antes del anochecer.

De camino a casa, volvimos a recorrer el lago. Estaba precioso, la luna se reflejaba en él y su luz blanca me cegaba los ojos. Cuando me acostumbré a aquella fuerte luz, pude distinguir una silueta de una hermosa mujer. La mire; tenía un hermoso y rubio cabello descendiendo por su cuerpo; unos pequeños pero irresistibles pechos; una estrecha y mágica cadera; unas fuertes y agiles piernas y unos hermosos pies de pato. No pude evitar la tentación y me acerqué para conocerla. Pero cuando estuve cerca de ella, se dio la vuelta y pude contemplar aquellos preciosos ojos verdes. En ese momento mi corazón y mi mente dejaron de pertenecerme. Era todo para ella; estaba enamorado. Se estaba peinando con un peine de oro y me preguntó con temor:

-¿No te doy miedo?

-No para nada. Eres la mujer más bella que he conocido en toda mi vida.- Le respondí asombrado.

-¿Te parezco hermosa?

-Claro, tus preciosos ojos verdes, tus cabellos, tus pechos, tu cintura…

-… ¡Y mis pies de pato!- Me interrumpió mientras unas lagrimas inundaban sus ojos.

-Son los pies más especiales y bonitos que he visto nunca.

-¿Eso piensas?

-Claro que sí.

-¿Cómo te llamas buen hombre?- me preguntó.

-Eriz es mi nombre, ¿y el tuyo?

-No tengo nombre… Pero la gente me conoce como Lamia.

-Es un precioso nombre para una mujer tan guapa. ¿Vives aquí en este lago?

-Nunca he salido de aquí, solo salgo de mi cueva por la noche. No me gusta que nadie me vea. Pero, tú eres diferente de esa gente que me odia, y me trata mal por tener pies de pato.

-Yo tampoco gusto mucho a la gente, ¿sabes?

-Pero, si tú eres normal.

-Pero a la gente con dinero eso le da igual, y me tratan igual o peor que a ti, ya que no tengo todo lo que ellos tienen. Pero lo que hay que hacer para que no te hagan daño, es no hacerles ni caso, a nada de lo que te digan. Porque ahora mismo, me río de todos los que han perdido la oportunidad de conocerte. Eres la mujer perfecta, y sobre todo eres especial. Ser diferente no tiene nada de malo.

Y así nos tiramos toda la noche, y de ahí en adelante todas las demás. Estábamos muy enamorados, y así fue durante años. Un día, se quedó embarazada de tu padre y los dos nos pusimos muy felices de tener un hijo juntos. No necesitábamos casarnos, éramos felices y no necesitábamos ni nada ni a nadie, solo ese lago y nuestro amor.

Transcurrieron nueve meses desde el día de la noticia y el día 1 de enero de 1935, se convirtió en el más feliz y en el peor día de mi vida. Para que una persona viniese al mundo, otra tuvo que dejarlo, y esa fue tu abuela. Murió mientras daba a luz a tu padre, y quiero que recuerdes siempre sus últimas palabras:

-Cuida bien de nuestro hijo mi amor. Mi muerte traerá otra vida a este mundo y de mi raza serán las próximas hembras de nuestra familia. Esto deberán saber, porque así será durante el resto de su vida, cuando transcurra su primer 1 de enero con 12 años. No olvides mis palabras y no te olvides de recordarle a nuestro hijo que siempre le he querido, incluso antes de naciera.- Esas palabras se me grabaron en la mente y serán mis últimas palabras antes de irme al otro mundo, para reunirme con mi amada.

-Pero Abuelo, hoy es 30 de diciembre, ¿significa que dentro de dos días seré una lamía?

-Creo que sí, pero podrás llevar una vida normal durante el día, y deberás estar en el lago durante la noche.

-Y así será. Tengo muchas ganas de ser una lamia.

-Te pareces mucho a ella con esos ojos verdes, esos rubios cabellos…

- Eso es lo que me dijo mi abuelo hace 55 años, y siguiendo la tradición yo te lo cuento ahora para que sepas lo que te pasará, Ainhoa.

-Pero Abuela, vivimos en 2045, han pasado más de 100 años desde entonces ¿tú crees que será verdad?

-Si no lo es,explícame que son estos pies de pato.

-¡Me encanta Abuela, me muero por ser ya una Lamia!

-Sé paciente cariño se paciente, y recuerda esta historia, pues se la tendrás que contar a la próxima lamia cuando yo no esté en este mundo, ¿vale?

-¡Hecho!



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